Llegamos al Aeropuerto Internacional de Banjul por la noche; recuerdo el bandazo de calor que recibimos en cuanto salimos del avión, y a Mayte diciéndome que tuviera cuidado por dónde piso porque a una amiga suya azafata casi le pica una mamba negra una vez al bajar del avión. Bienvenida a Gambia.
Para el que no lo sepa, se trata de un pequeño país (de hecho, es el menor de África) que está literalmente dentro de Senegal, y sólo limita con este país o con el océano Atlántico. Banjul es su capital, en la costa. El río Gambia lo cruza de lado a lado hasta su desembocadura. A diferencia de sus vecinos, Gambia fue una colonia inglesa hasta su independencia en 1965, pero no todos los gambianos saben hablar inglés, sólo algunos de los que han podido ir a la escuela; el resto habla cada uno su idioma, y algunos conocen también los idiomas de las tribus de los alrededores.
La moneda que utilizan es el dalasi (se lee "dálasi"), que a su vez se fracciona en 100 bututs. En el año 2004, 1 dalasi equivalía aproximadamente a un duro (5 ptas.)
En aquel momento se estaba abriendo ferozmente al turismo europeo, no sólo al inglés, de ahí que las ofertas para viajar a Gambia fueran tan baratas. Mayte había cogido un paquete que, gracias a Dios, sólo incluía A+D y traslado al aeropuerto. Antes de subir al autobús que nos dejaría en el Hotel Senegambia, en Kololi, nos recibieron con un breve espectáculo de danza como saludo de bienvenida. Curioso.
Kololi es un lugar habilitado, en la medida de lo posible, para acoger turistas. Hay muchos hoteles, de los cuales el nuestro tenía cierta fama por haber sido de los primeros en abrirse, y también por ser de los más grandes. La verdad es que era bien bonito. Desde el hall se podía acceder a algunas de las habitaciones, y saliendo a la terraza se encontraban, además de las piscinas y un pequeño escenario, un montón de caminos señalizados que guiaban al huésped entre la vegetación hasta el resto de habitaciones, distribuidas en calles cortas de pequeños bloques de edificios de dos pisos. A través de toda aquella selva particular se llegaba a la playa.
Nos acostamos casi inmediatamente. Recuerdo que aquella primera noche apenas pegué ojo, pensando que me iban a picar los mosquitos, transmitiéndome todo tipo de enfermedades...
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