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Uff, qué alivio...

... tenía que aparecer, menos mal. Es que no puede uno andar mudándose de un lado para otro constantemente y pretender tener todas las cosas en orden. Y menos si ese alguien es yo. Pero bueno, ya tengo la bitácora en mi poder, así que ya puedo empezar con el viaje más hermoso que he hecho jamás: el Sur de India. Esta historia empieza en

Aeropuerto de Osaka (Kansai), 6 de septiembre de 2006


A las 7,15h de esta mañana quedamos los cuatro viajeros en la puerta de Hanabishi para coger el tren a Osaka de las 7,35h. Los cuatro llevamos una maleta pequeña y medio vacía (la mía está, además, rota) y un ínfimo bolso de mano (que, en mi caso, es una riñonera verde que compré expresamente en el Daiso por 315 yenes, gigantesca para ser una riñonera pero una nadería como equipaje de mano.) La despedida ha sido muy especial, porque justo cuando salíamos del parking ha salido Miki, la chica de vestuario que vive en la 403, y nos ha dicho "kiotsukete" y esas cosas que se dicen en Japón. Luego nos han dicho adiós los bomberos; y un hombre que vive en la residencia de enfrente y que salió de su edificio cuando saludábamos a los bomberos bajó la cuesta que lleva a las huertas de detrás del K, se dio la vuelta y nos saludó también con la mano. Precisamente en la huerta encontramos a un niño de unos 5 años entretenido mirando una rana. A Coco se le cayó la baba cuando le vio y se puso a hablar con él. Entonces el niño echó a correr detrás de nosotros, con su mochila a la espalda que era más grande que él. En el paso a nivel se desvió, suponemos que a la escuela, pero estuvo todo el camino hablándonos.
Y entonces, mientras cruzábamos las vías del tren, vi a un gatito negro, aún cachorro, bajo las ruedas de un coche. No sé qué le pasaría exactamente, pero cuando el vehículo lo dejó a la vista, el pobre no podía levantar la cabeza del suelo, aunque con el resto del cuerpo hacía fuerza para erguirse. No había siquiera gemido. Detrás venían más coches, y quité la vista porque me pareció que el final sería duro. Si es un augurio, no parece muy bueno...


El trayecto hasta Osaka fue rapidísimo, íbamos hablando todo el rato y estamos algo excitados por el viaje, así que nos invade el buen humor, a pesar de que en Japón está lloviendo. A la salida de Uehommachi cogimos un autobús (1300 yenes el trayecto) que en 50 minutos nos dejó en el aeropuerto. Tenemos que coger dos aviones, uno hasta Bombay (con escalas) y otro desde allí hasta Kochi, que es el aeropuerto de Kerala, el estado donde se encuentra nuestro destino: el ashram de Amma.


Al facturar, así como al embarcar, se cuidaron muy bien de revisar que ningún viajero llevara ningún tipo de líquido o gel en el equipaje de mano, ya que la semana pasada descubrieron en Heathrow que dos terroristas llevaban productos que al unirlos creaban un explosivo. Así que se han extremado las medidas de seguridad en todos los aeropuertos.


Ya en el avión, nos han encantado los uniformes de las azafatas (de Air India): ambas llevan un sari, en tonos rojos la de la izquierda y en tonos azules y verdes Samantha, nuestra azafata del lado derecho del avión. Ella lleva un bindi muy grande de color aguamarina, y su compañera uno pequeño y brillante. Ahora estamos a punto de comer, nos han repartido un menú en el que aparecen la opción vegetariana y la no vegetariana. Veremos qué tal, porque la comida hindú promete.


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Aeropuerto de Nueva Delhi


Última parada de este vuelo. A las cuatro horas de viaje, el avión aterrizó en Hong Kong, donde estuvimos una hora y diez minutos esperando, sin poder bajar, igual que ahora. En cada parada ha subido un equipo de limpieza para los aseos y el piso, nos han revisado el equipaje de mano y puesto una pegatina con el número del asiento.


El aeropuerto de Hong Kong es muy curioso, porque la pista le gana terreno al mar, y mientras tomas tierra ves los barcos que navegan entre los múltiples islotes que hay frente a la ciudad. De Delhi no hemos visto nada, porque ya es de noche. En Japón es la 1,30 de la madrugada y aquí en India tienen 3 horas menos. Calculamos llegar sobre las 7 de la mañana al ashram, ya que en Bombay tomaremos otro avión hasta Kochi y allí nos recogerá un taxi que nos llevará al ashram en dos o tres horas.


En Hong Kong se bajaron la mayoría de los japoneses y subieron un montón de indios. Bastantes de ellos pidieron un montón de bebidas alcohólicas, como el que estaba sentado junto a Coco, y un señor con turbante sentado dos filas delante de mí. Éste se levantó al baño y volvió haciendo eses... también me dijo algo, pero entre la melopea que llevaba y que vete a saber el idioma que usaba, no me enteré de nada.


Al aterrizar en Bombay, uno de los que se bajaban sacó su maleta del locker de encima de nuestros asientos, y de paso nos la estampó en la cabeza a Coco y a mí, provocando las risas de otros pasajeros que lo vieron. Pero nosotros estamos tan cansados que apenas reaccionamos con una sonrisilla dolorida...

2 comentarios:

  1. Pero entonces, ¿aterrizaste en Delhi o en Bombay? ;)
    Me alegro de que encontrases el cuaderno, ¡te leo!

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  2. La odisea de vuelo fue: Osaka-Delhi (con escala en Hong Kong), Delhi-Bombay y Bombay-Kochi. Así que aterricé en los dos...

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