Safe Creative #0911295027422

Kanyakumari

Vivekanandapuram. En el ashram de Vivekanandra Kendra

Nines ha venido con nosotras al ashram de Vivekananda. Está a 1 km aproximadamente de la estación, así que nos fuimos andando. Lo cierto es que no parece un ashram, sino un resort turístico. Tiene hasta una playa privada, aunque no sé si la veremos porque no estoy muy interesada en playas y no tenemos mucho tiempo. No hemos visto a ningún occidental por ninguna parte. Tampoco nos han dado un programa de actividades como en Amritapuri, donde se especifican las horas del darshan, los bhajans y el seva. Incluso nos han enseñado la habitación antes de cogerla y nos han subido las maletas. Hay ventilador y dos estructuras de cama con sus colchones y sábanas. Esperábamos algo diferente, pero nos irá bien un poco de comodidad.


Raquel y yo vamos a bajar al pueblo, yo quiero hacerme con algún sari para cambiarme. Hemos quedado con Nines en el templo para ver la puesta de sol y ella llamará a Hana.


*********************************************************************************


Al final no nos encontramos con las otras dos viajeras, pero aún así hemos aprovechado muy bien el día.


Salimos del ashram con dirección al mar, de modo que tomamos la calle principal por donde vinimos, en dirección opuesta y hasta el final. Pasamos casas, alguna tiendecita, la comisaría, y al final vimos un montón de puestecitos. Enseguida comprendimos que era zona turística: los niños te piden dinero tirándote de las mangas, los vendedores se te tiran al cuello y siempre estás rodeada de gente pidiendo u ofreciendo.


Comisaría de policía de Kanyakumari
Por fin me compré una tela de sari, es azul verdosa con motivos plateados. Al principio me atendió un chico que me dijo que costaba 300 rupias, pero al poco vino un hombre con mejor inglés- aquí no lo habla casi nadie- y que debía ser el jefe, que me dijo que eran 325. Bueno, por 25 rupias no me importó, y además nos llevaría a un lugar donde en una hora me lo confeccionarían. Primero fuimos a un local donde sólo hacían ropa para hombres, y luego nos llevó a una gran casa en la que una costurera estaba trabajando. Se sorprendió mucho de vernos, pero fue muy amable con nosotras, como todos los indios.


Durante la hora de espera dimos una vuelta por el muelle, donde había algunos hombres trabajando las redes y muchos grupos, de hombreas algunos y de mujeres otros, jugando a las cartas o a un juego de mesa que no conozco. Todos los niños nos sonreían y saludaban, y mucha gente nos preguntaba en inglés nuestro nombre y procedencia, aunque era lo único que sabían decir y no podíamos conversar más. Llegó un autobús escolar, y los que bajaban de él se nos acercaban pidiendo algo que no entendíamos. Al cabo nos dimos cuenta de que querían "school pens", es decir, bolígrafos. Y nosotras con uno sólo. Cometí el error de ofrecérselo a una niña pequeña que me miraba sin parar mientras yo apuntaba las fotos que había hecho, y aunque ella rehusó, me vieron otros chicos que se agolparon alrededor para pedir más.


En el pueblo hay varias iglesias católicas, y una catedral blanca imitando el estilo gótico europeo, pero en pequeño. Las iglesias tienen muchos colores, como casi todo en este país.


Cuando volví a por el sari, la costurera y otra mujer me lo pusieron. Hay que llevar una combinación debajo, pero no quise que me la hicieran, porque el hombre que me llevó me parecía un negociante de cuidado. La tela me la engancharon al pantalón. Les había dado un billete de 100 rupias, del que me debían devolver 25. Naturalmente, cuando se lo pedí al hombre, me dijo que eran para pagar a la otra mujer que me ayudó a poner el sari. Le dije que estaba mal hecho eso, que debería avisarme antes, y que me las devolviera. Tras discutir unos minutos, fue a la casa y regresó con un billete de 50, pidiéndome cambio -a sabiendas de que no tengo-, a lo que respondí severamente que se lo quedara, pero que no volvería a hacer negocios con él. Fue corriendo a conseguir cambio a una tienda, pero realmente 25 rupias para mí no son nada, y nos fuimos antes de que volviera.


Dando otra vuelta por el mercadillo, compré una figura en madera de sándalo de Ganesha, y un escudo con dos sables cruzados para llevarle un recuerdo a Daisuke.


Luego fuimos al Gandhi Memorial, un edificio de color rosa al que se accede bajando unas escaleras. También hay que descalzarse para entrar. Allí mismo nos empezó a hablar un guía, le calculo unos cincuenta y tantos años, que nos fue explicando en inglés las fotos de Gandhi que había en las paredes de la única sala que hay. Aparecía Gandhi de joven, estudiando en Londres; con personalidades del gobierno inglés, con el Primer Ministro indio, con su esposa y políticos musulmanes... En el centro, una piedra donde se pusieron parte de las cenizas de Gandhi cuando murió, que actualmente está vacía, y a la que un rayo de sol ilumina desde un agujero en el techo a las 12 horas del día del cumpleaños de Gandhi.






Hay dos niveles más altos para ver el mar desde el tejado. Allí vimos la puesta de sol, en la interesección del Índico, el mar Arábigo y el Golfo de Bengala. El guía era muy simpático, le dimos 100 rupias por cabeza como donativo para el Memorial y 30 más cada una para él. Esto de los donativos es algo que hay que tomarse con filosofía, porque los guías lo usan indiscriminadamente para sacarse un sobresueldo además de la propina. Pero bueno, el hombre se puso muy contento, se despidió con dos abrazos y soplándonos la frente (dice que se hace a los hijos), nos dio su dirección, y nosotras la de Japón, para que le mandemos las fotos. Y si volvemos aquí el año que viene, ha prometido llevarnos a varios sitios en Tamil Nadu. A mí me levantó en volandas y me dio vueltas por el aire... 260 rupias es muchísimo dinero.


De noche, en el ashram, Nines vino a nuestro cuarto y quedamos para ver el amanecer al día siguiente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario