15 de septiembre de 2006. Estación de Allepey.
Me toca narrar toda la tarde de ayer, que fue muy intensa. Qué pena que esta noche ya volamos a Bombay.
Cuando salimos de comer, nos encontramos una procesión: ayer era el aniversario de Krishna, y hubo festejos. Había montones de gente participando en el desfile, los niños vestidos de dioses y los mayores, cantando y bailando. Llevaban figuras a hombros, como en España en Semana Santa, y les echaban lirios blancos a puñados de vez en cuando. Fue precioso.
Andando hacia el lado derecho del canal transversal que tomamos por referencia, vimos muchas tiendas y mucha animación. Queríamos ir a la estación de tren a preguntar los horarios, y de paso Raquel paró a comprar Pain Balm para los compañeros del Carmen Hall en un establecimiento de medicina ayurvédica. Mientras esperábamos a que el dependiente volviera del almacén con los 6 botes, un chico que pasaba por allí se acercó a nosotras para preguntarnos si necesitábamos ayuda, ya que él habla bien el inglés. Le dijimos que no era necesario, se fue, y los de la tienda nos invitaron a pasar dentro (era un puesto callejero) y esperar sentadas en dos sillas de plástico que había. Trajeron el bálsamo, a 18 rupias la unidad -más barato que en Amritapuri, que salía a 20, pero mucho más pequeño- y dimos la vuelta porque nos informaron de que la estación estaba a 4 km y ya iban a daar las 19h, así que había que ir a recoger los saris.
Volviendo hacia atrás, nos encontramos al mismo chico de antes, y nuevamente nos abordó con las preguntas de rutina: nombre, procedencia, estado civil y esas cosas. Nos acompañó a recoger los trajes (la tienda de costura del mío había cerrado y dejado el sari en la tienda de al lado para que pagáramos al dependiente), y luego al hotel. Era un tipo muy agradable, con una mentalidad muy abierta; Shan era su nombre. Tenía un grupo de música rock, en el que cantaba y tocaba algo la guitarra, junto con su primo y su hermano. Hablando de música conectamos genial, le gustaban los 60s: Eagles, America, The Beatles... me dijo que no podía encontrar nada de T-Rex, yo me ofrecí a buscarle algo cuando estuviera de vuelta en España. De paso nos informó de que los trenes a Ernakulam (Cochín) pasaban a las 6,30; 7,30 y 8,30 por la mañana.
Quedamos en que volviera a buscarnos al hotel al cabo de una hora para salir a cenar y luego ir a la casa de huéspedes de su primo, que acababa de abrir, para tocar un rato. Así fue, nos llevó a un restaurante que aún estaba abierto más allá de las 22h -después de intentarlo en otros dos- y tomé arappi con vegetales con ajo y una especie de salsa de tomate. Arappi es una de las habituales tortas de Kerala hecha con harina de arroz, muy suave. Shan me dijo que se suele tomar para desayunar también. La comida estuvo genial, por poco más de 200 rupias cenamos los tres. Invitamos nosotras, al igual que pagamos los rickshaws para ir y para llegar a donde estaba su primo, aunque él se ofreció a pagar a medias siempre.
Shan acababa de terminar algo similar a Marketing, cumplirá 25 años el 21 de noviembre. Tiene un amigo en Barcelona, confía en que pronto irá a visitarle y tal vez quedarse, porque ha oido hablar mucho y muy bien de esa ciudad. Por fin un indio que no cree que España está en Francia...
No recuerdo el nombre de su primo, sólo que era muy guapetón, como Shan y como muchísimos otros, muy morenos, de ojos enormes y dientes blanquísimos. Tocaba bastante decentemente la guitarra, se notaba que le apasionaba, al igual que a Shan cantar. También había otros tres amigos, uno de ellos muy grandote, que, de moreno, parecía un negro africano. Al cabo se fueron, sería quizás la una, porque llevábamos muchas canciones ya, y nos quedamos solas con los protagonistas. Formamos un show, Raquel con el primo hablando en el sofá y yo, sentada en un sillón, con Shan a mis pies intentando ligar conmigo. No sólo me decía de todo, el piquito de oro, sino que se dedicó a besarme una mano y después un pie... y bueno, yo lo estaba pasando fatal, así que miré a Raquel para pedirle que nos fuéramos, cuando me la encuentro con una cara de felicidad que no veas, y al otro cogiéndola de la mano y diciéndole cosas al oído. Nos estaban haciendo la técnica a las dos, qué listos. Yo no paraba de decirle a Shan que no quería saber nada, pero a la vez no quería quedar a malas con ellos, en parte porque eran muy majos y en parte porque estábamos lejísimos del hotel y completamente en su terreno, y nunca se sabe... Afortunadamente, nos acompañaron al hotel, eso sí, haciendo todo lo posible para obtener cualquier mínima atención. La verja del hotel estaba cerrada, nos tuvo que abrir un guardia de seguridad, que por cierto les echó una bronca terrible a los chicos por llevarnos tan tarde de vuelta.
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