Safe Creative #0911295027422

En la ciudad

Sábado, 15 de abril de 2006. Kyoto

Ayer fue un día intenso en el que pude hacer muchas cosas y muy japonesas todas ellas. Este viaje me ha servido para conocer más de las costumbres autóctonas, ya que sólo me he relacionado con japoneses, dejando a un lado -por fin- la burbuja Hanabishi.

 

Azusa me esperaba en la estación de Kyoto. Compramos un carrete de fotos (36 fotos, 800 yenes) y su madre, Yunko, un amor de mujer, nos llevó en coche hasta las cercanías del templo budista Kiyomizu-dera, el "Templo del Agua Pura". Hice muchísimas fotografías porque es enorme y ofrece un espectáculo natural y espiritual inigualable. Además, afortunadamente, quedaba aún mucho sakura.



Para llegar al templo hay que subir unas escaleras que dan a una cuesta. A mi izquierda hay una pagoda de cinco pisos, Hokan Ji, que en principio se construyó en la época en la que se instaló el budismo en Japón (s. VII), pero que se ha reconstruido varias veces.

Subimos al templo. Rezamos pidiendo un deseo ante la figura de Okuninushino-Mikoto, dios de los matrimonios y del amor (¡!, a algo hay que rezar...) al que ofrendamos una moneda de 5 yenes, las del agujerito en medio. El templo está en una montaña, y por ella fluye el manantial que da nombre al templo y que recogen los visitantes desde la cascada Otowa no Taki -previo pago de 200 yenes- para beber un trago que les proporcione una vida más larga y saludable.

En realidad, el Kiyomizu-dera es un conjunto de varios pabellones distribuidos a lo largo de un sendero, perfectamente habilitado para que el turista no se pierda. Ahora va la lección: el templo, 清水寺, se fundó el año 778 originariamente... sin embargo, el pabellón principal, el Jishu, es de 1633. Ahí es donde se aloja Okuninushino-Mikoto. Justo enfrente hay dos rocas, y la tradición dice que si se es capaz de llegar de una a otra con los ojos cerrados, se tendrá suerte en el amor. Es muy recomendable el prodigio de terraza de madera, desde donde abruma el paisaje, aún más si se visita en primavera (con el sakura) o en otoño (con la coloración roja del arce).

Saliendo del templo, tomamos la callejuela que bajan hasta Gion, Ninenzaka, y que son un maremágnum de tiendas de souvenirs y productos típicos entre hordas de turistas orientales y occidentales. Paramos en uno de los establecimientos a comprar nure okaki, que es una especie de galleta salada rellena de shoyu sólido (salsa de soja), de forma rectangular y pequeña, que nos dieron en sendas bolsitas de papel, tres por barba. OISHIII!!

En Gion, el barrio antiguo, pudimos ver dos maikos que viajaban en una jinrikisa (una especie de calesa tirada por un mozo con sombrerito cónico típico). Las geishas no se ven, sólo las aprendices, que van llamando mucho la atención con tanto adorno en el pelo y esos kimonos tan ricos. Se dejan hacer fotos como si fuera lo más normal del mundo. Este barrio es el indicado para el turista que quiera verlas, porque ya no quedan muchas; además es en el que se inspira "Diario de una geisha".

Paseando por allí vimos otro templo, el Kennin-ji, 建仁寺 , que es el templo zen más antiguo que hay en la ciudad (construido en 1202). Fue fundado por un monje que trajo de China el ritual del té. Hoy en día se celebra su nacimiento con la tradicional Cha no yu, 茶の湯 (ceremonia del té), el 20 de abril.

No hay comentarios:

Publicar un comentario