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Más Kyoto

Junto a Gion está el Maruyama Park, muy animado, lleno de puestecitos de helados y golosinas. Es un parque al estilo japonés, embellecido además por el sakura. Al lado encontramos el templo Chion-in, 知恩院, cuya puerta principal es la más antigua de madera que hay en Japón, y que es Tesoro Nacional.


Saliendo ya de esta zona, cruzamos el río para callejear buscando un sitio para comer. Hay pequeños canales cruzados por puentes en algunas callecitas que me parecieron encantadores. Eran las cinco de la tarde, por lo que resultaba difícil encontrar un restaurante abierto. Entramos en uno, finalmente, en le que la comanda era electrónica, de tal suerte que se introduce el dinero en una máquina y se selecciona lo que se quiere comer, obteniendo un ticket que se entrega al camarero para que traiga los platos escogidos. ¡!


Por la tarde, de compras. Recorrimos la San-jo y la Shi-jo (Tercera y Cuarta avenidas), que se me parecieron a las calles del centro de Londres. Me resultó curioso que estaban atechadas por una tejabana por todo lo largo. Los precios no eran tan baratos como en Ugata, pero eran muy similares a los que hay en España. El problema era que los pantalones japoneses no me sientan bien, porque ellos tienen piernas cortas y tronco alargado, una estructura opuesta a la mía. Total, que es bastante complicado encontrar cualquier cosa.


De vuelta en su casa para la cena, Yunko nos había preparado maki-sushi, una especie de "hazlo tú mismo" para lo que había que coger un trozo de nori (alga oscura laminada) y ponerle encima u poco de arroz, en el centro del cual se coloca el gusto deseado: un trocito de pescado crudo, una lámina de shiitake (seta), o un trocito de verdura cruda (en mi caso); después se enrolla y se va mojando en salsa de soja, dispuesta en un platito individual aparte. Una amiga de Azusa se nos unió, Chiho. Además del maki-sushi, en otro plato (para cada una,) había unos bolecitos con especialidades japonesas cuyo nombre ya no recuerdo. Una de ellas era una clase de judiones blancos de sabor dulce. Otra, unas legumbres también blancas troceadas y en una especie de salsa gomosa que a la vista parecía queso fundido. De postre, piña y fresas naturales. Una vez más, oishii!!


Por la noche, Yunko nos llevó a las tres a la Universidad, donde había una fiesta de estudiantes de lo que sería Filología Hispánica, que es lo que hizo Azusa. La fiesta estaba algo apagadilla, pero nos quedamos. Estuvimos hablando con unos y otros hasta las 5,30h. Luego, lo peor: la vuelta en metro.


Al día siguiente, como llovía, decidimos ir de compras otra vez, así que fuimos a The Cube, un centro comercial enorme, de 11 plantas y 2 más subterráneas, con una arquitectura moderna muy interesante, y me compré unos zapatos de charol verdes. La última planta es de restaurantes y cafés; las centrales, de departamentos al estilo de El Corte Inglés. Azusa quería llevarme a tomar el helado de matcha (té verde) más famoso de Japón, que está allí dentro, pero no pudimos porque había que esperar una cola de 45 minutos. Bueno, nos tomamos un cucurucho en otra heladería igualmente.


La vuelta en tren no la pagamos porque una compañera de Azusa nos regaló los tickets; se los había dado un amigo que trabaja en los ferrocarriles. Fueron 40 minutos más que a la ida, porque cogimos el tren provincial, pasando por Nara. Esta ciudad también tendré que verla.


A la llegada, una de las compañeras de vestuario de Azusa (cuyo nombre no recuerdo) le llamó y nos invitó a ir a su bar. Los bares así son sólo para hombres, van allí cuando salen del trabajo y cenan, beben (mucho), cantan canciones en el karaoke y hacen el bestia entre amigos durante la semana. Ese día estaban celebrando algo y por eso nos dejaron entrar, porque los días normales la mujercitas tienen que esperar en casa...
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