Safe Creative #0911295027422

Trivandrum



Llegamos, preguntamos en la oficina de reservas de billetes si era necesario sacar con antelación un ticket para Kanyakumari, nos dijeron que no y nos fuimos directamente al hotel que mejor pintaba en la Lonely Planet. Es barato y cercano a la estación. En la recepción sólo había hombres, y fueron muy amables; antes de inscribirnos vimos la habitación, que es grande y con ventilador, además de un baño similar al del ashram pero sin retrete estilo occidental. Tiene televisor, aunque dudo que lo usemos. Nos han cobrado 299 rupias por la noche de hoy.


Dando una vuelta camino del zoológico y de los museos, (que, por cierto, no llegamos a ver) paramos en una tienda de artículos de Kashmir. Este tipo de tiendas proliferan por todos los sitios que visitamos y son muy características. El dependiente se deshizo en charla para vender lo que fuera. Yo compré una cajita de papier-mâché que costaba 260 rupias y me llevé por 180.


Lo cierto es que ninguna de las dos estaba especialmente interesada en las visitas que proponía la guía de viajes. Era la primera ciudad que veíamos en India, y es un sitio feo y desangelado. A lo largo del trayecto que hicimos vimos algunos edificios interesantes, entre ellos el College of Fine Arts.


Comimos en el restaurante de un hotel cuyo nombre no recuerdo, pero debía ser de bastante categoría, ya que desde el trato hasta la decoración, pasando por el precio, era diferente a lo que veníamos viendo. Había sólo un camarero joven, que nos preguntó muchas cosas sobre nosotras (esto es una costumbre que puede sorprender e incluso molestar a algún turista si no se tiene en cuenta que en India es corriente preguntar sobre detalles personales, como la edad, estado civil... y es por pura curiosidad.) Al saber que somos españolas, nos dijo que conocía el Real Madrid y algunos jugadores. En fin... Pagamos 320 rupias entre las dos, y le dejamos 70 de propina.


Subiendo la misma calle, que parece ser la principal, Manjalikulam Road, encontramos varios comercios y un mercado, en el que compramos unas faldas y un punjabi para regalar a las compañeras de vuelta en Japón, y donde Raquel encontró un sastre al que dejó arreglando el suyo. Frente al mercado, una coonstrucción curiosa: la Catedral de San José.


Entramos en una galería comercial de la que volvíamos al hotel. Una mujer mayor, dueña de un establecimiento de ropa para niños, me llamó dentro de la tienda para enseñarme una falda con un top a juego... de pronto, nos mostró una foto muy grande de un hombre, sobre la puerta. Era su marido, que había muerto hacía poco. Por lo que nos dijo, tenía 50 años y murió de cáncer de pecho. La pobre se puso a llorar, y nosotras nos quedamos estupefactas, sin saber qué decirle. Pensé que podría ser una estrategia para vender, aunque aquella mujer parecía estar pasándolo realmente mal.




Ya de noche nos acercamos al templo de Sri Padmanabhaswamy, que ya estaba cerrado, pero al que tampoco podríamos haber entrado porque no somos indias. Se nos acercó un hombre para informarnos de que hay 365 pilares en el interior, y que cada fila está dedicada a una forma de Dios (Krishna, Vishnu...) Luego, claro, nos pidió un donativo para el templo, y también otro para él, que tenía que comer. Raquel le dio un billete de 10 rupias.


No hemos cenado porque, de lo cansadas que estamos, no tenemos apetito siquiera. Mañana cogeremos otro tren para ir a Kanyakumari, presumiblemente a las 10h. Estaremos un poco antes, por si acaso, aunque seguro que nos toca esperar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario