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CELEBRACIÓN DE MI 30º CUMPLEAÑOS

Jueves, 30 de septiembre de 2010. En el avión.

Todavía no hemos despegado, pero por suerte no se ha retrasado el embarque. Escribí a Miriam para decirle que ayer hubo huelga general en España y que esperaba que no continuara hoy también, al menos en los aeropuertos, teniendo en cuenta que aquí las aerolíneas se apuntan a un bombardeo. Pero ni lo de ayer tuvo mucha repercusión - normal, pocos están en condiciones de prescindir del sueldo de un día, en un país en plena crisis - , ni hoy ha pasado nada raro con los vuelos.

Bien, este viaje tiene como fin celebrar una gran fiesta con motivo de mi 30 cumpleaños (que fue el lunes) y el de Miriam (que es mañana). Ella fue huésped del hotel de Sa Coma en el que trabajé el pasado verano, y nos hicimos amigas hablando por Facebook durante este año. Nos juntaremos hoy en su casa con Beny, que viene de Eslovaquia, y Carlotta, de Italia. Mañana iremos a Friburgo, donde se nos unirá Jessica, que viene desde otra zona de Alemania, aunque no me ha dicho de cuál. Estos tres eran compañeros míos.

En Friburgo hemos organizado - bueno, más bien Miriam ha hecho todo - una cena en un pequeño bar de un conocido suyo. No sólo seremos nosotros cinco, porque junto con los amigos de Miriam llegaremos probablemente a los 20. La fiesta servirá también como celebración del Oktoberfest, que aunque es una fiesta típica de Baviera, también se disfruta en esta parte de la Selva Negra.

Esta noche apenas he dormido. Estuve pensando en limpiar el estudio de pilates para dejarlo todo perfecto cuando mañana vengan Juan Carlos y los profesores del curso de pilates para profesionales que van a impartir allí en mi ausencia. También me da penita dejar a Steve McQueen solo, tan chiquitito. Esta tarde irá un amigo a recogerlo para cuidarlo hasta que vuelva. Pero es que es tan pequeño...

En fin, lo arreglé todo y aún tuve que coger un taxi porque no estaba segura de llegar a tiempo. Un taxi hasta Barajas tiene un recargo de 5,5€, conque el clavel me salió por 25€ del ala. Pero llegué tranquila.

Últimamente viajo un poco a lo loco, sin preparar nada. A Irlanda del Norte me fui sin comprar el cuaderno. Esto en agosto. Y ahora, ni guía. El cuaderno en el que escribo, enoooorme, es lo único que conseguí en el aeropuerto.

El despegue se ha demorado unos 10 minutos porque la pista estaba ocupada. Parece que voy a viajar cómoda, porque aunque tengo el asiento de en medio, sólo hay un hombre sentado en el de la ventanilla. Vía libre si tengo que ir al servicio.

Según el piloto, en Frankfurt (que es mi aeropuerto de destino), hay 12ºC. En Madrid todavía se puede ir sin chaqueta. Me aso de calor con el cuello vuelto, menos mal que ya he dejado el abrigo en el compartimento de arriba.

Estoy un poco nerviosa, tengo muchas ganas de ver a los chicos. Sobre todo a Beny, los dos compartíamos habitación en Mallorca y además trabajábamos en la misma sección, con los niños más pequeños. Lo pasamos muy bien junto con Zolo, lástima que no pudo venir.

Estaré en Alemania hasta el domingo. Los planes para el viernes comprenden visita a Friburgo y salida discotequera por la zona donde vive Miriam. Se trata de una casa grande en un pueblo cuyo nombre siempre se me olvida. Ahora irá a buscarme al aeropuerto Thomas, el ex-marido de Miriam, con el que tiene dos niños. Espero que él sepa quién soy yo, porque en el hotel no recuerdo haberle visto y sólo tengo constancia de una foto que vi hace tiempo...

Viernes, 1 de octubre de 2010. Steinbauch am Glan.

Finalmente, el vuelo llegó más de media hora tarde y la maleta tardó una eternidad en salir. Cuando por fin la cacé, salí corriendo para no hacer esperar más al pobre Thomas, y le busqué a lo lejos entre la gente. Reconocí la cara de Miriam, que le decía algo a un chico que había a su lado... y a una chica al otro lado... y resulta que me habían venido a recoger con ella Beny y Carlotta! Montamos un jolgorio de gritos, risas y abrazos antes de irnos al coche, todo el mundo nos miraba.

Tardamos una hora y media en llegar en coche hasta el pueblo donde vive Miriam, Steinbauch am Glan. Llueve bastante y no parará en toda la noche. Al llegar a la casa, enorme, Miriam nos enseña la planta baja, donde tienen habilitado un apartamento para invitados.

Friburgo.

Ahora estoy en el albergue en el que vamos a pasar la noche. He vuelto yo sola después de la cena porque me he aburrido tanto que me caigo de sueño. El plan inicial era montar una fiesta, aunque al parecer, al decirle a Miriam que estaba de acuerdo con hacer algo acorde al Oktoberfest (que también se celebra a este lado de la Selva Negra), había organizado una cena con codillo y ensalada de patata, y una tarta de cumpleaños... para ella, porque del resto de invitados nadie sabía que también era mi cumpleaños.

Bueno, el caso es que este mediodía el padre de Miriam recogió a sus hijos y entonces cogimos el coche para ir a Friburgo. Las carreteras aquí son buenas, aunque con muchísimas curvas, especialmente por la zona donde ella vive. Hicimos dos paradas para ir al baño, y así descubrimos algo muy peculiar: en las estaciones de servicio hay torniquetes para entrar a los lavabos. Tienes que pagar 50 céntimos y la máquina te da un ticket que puedes canjear por ese importe si quieres comprar algo en el establecimiento anexo. Según Miriam, en otros sitios son solo 30 céntimos. Extraño.

Llegamos bastante tarde al albergue, como a las 17,45h. Se suponía que el resto de invitados tenía
Decorando el bar
que llegar sobre las 19h, así que Miriam no nos dio tiempo para ducharnos. Había que ir corriendo al bar a decorarlo en blanco y azul, como manda el Oktoberfest. La única que llegó a tiempo fue Jessica, otra compañera nuestra. Tuvimos que esperar a los últimos, que se dignaron a aparecer a las 22h, para empezar a cenar. Nosotros nos habíamos comido ya todos los colines y pretzels secos que habíamos puesto y estábamos demasiado llenos, así que soloprobé la ensalada y los pretzels normales. Beny sí se animó con el codillo, de carne increíblemente rosada. Los amigos de Miriam solo se hablaban entre sí, Miriam se dedicó a servir y ni siquiera cenó. Todo fue muy raro. Me hicieron esperar otra eternidad por una tarta de la que me obligaron a soplar las velas, porque ya estaba de tan mal humor que le dije a la anfitriona que esto no era lo que yo esperaba. Jessi y yo nos fuimos en taxi en cuanto la gente se zampó la tarta. Ella se quedaba en casa de un amigo, y yo al albergue, en el que dormí sola porque Miriam no apareció hasta las 7,30h. Beny y Carlotta se retiraron muy pronto también, aburridos, pero estaban en otra habitación.

Sábado, 2 de octubre de 2010. Friburgo.

Aunque el desayuno se incluía en el precio (qué menos, por 28,85€/persona en habitaciones "dobles" que en realidad tenían 8 literas), solo se servía hasta las 9,15h y llegamos tarde. Para no variar, los amigos de Miriam también bajaron tardísimo y tuvimos que esperar por lomenos una hora sin hacer nada hasta que pudimos pagar e irnos.

Por fin bajamos a visitar Friburgo, cada grupo en su coche.

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Hemos aparcado en un parking y nos acercamos andando hacia el Münster. La primera callecita que
tomamos ya os da información sobre lo bonito que promete ser el casco antiguo: todas las calles están flanqueadas por acequias de agua limpia, y montones de estatuas y fuentes medievales pueden verse por doquier.

Enseguida encontramos un curioso personaje mendigando con un cartel escrito en italiano, acusando al consulado de Italia de ser una mierda. Carlotta se puso a hablar con él., parece ser que le contó un sinsentido sobre su pasado como banquero y sus problemas para que le den dinero en ninguna sucursal ahora. Viendo el singular atuendo multicolor que llevaba, se puede uno hacer una idea de lo que pensarán en los bancos al verle entrar..


Antes de llegar a la plaza donde se encuentra el Münster, paseamos por algunas calles admirando las fachadas de sus edificios. Casi todos tienen algo especial, bien una pintura o una escultura adornándolos, o incluso escrituras.
 
 
Arzobispado
 

Arzobispado
Pasamos junto al arzobispado de Friburgo, con sus ladrillos de colores. Lejos de ser una edificación antigua, se construyó entre 1903 y 1906 bajo la batuta de Raimund Jeblinger, por eso se ven influencias de diferentes estilos.

El arzobispado está lleno de adornos por todas partes, en absoluto da la sensación de ser un edificio tan moderno. La riqueza de los detalles nos hace pasarnosun buen rato contemplando cada pequeña cosa: un tirador, una figurita.










Plaza del Münster
Alrededor de la catedral se ha desplegado un mercado de verduras, pan, encurtidos y productos
naturales. Había muchas setas, moras, frambuesas, calabazas que parecían de juguete, hasta zanahorias amarillas.





En uno de los puestos vimos una colección de bastones que daban miedo solo de verlos. También había uno de tés naturales, estuve disfrutando del de Navidad y del de almendras durante todo el invierno que quedaba por delante. Además, uno podía comprar diferentes tipos de salchichas (gigantescas) en una
furgoneta ambulante.
Historisches Kaufhaus o Casa de los Comerciantes.





Vasos cónicos
Entonces Miriam nos dijo que se iba a comer con Thomas y sus amigos, y que si queríamos ir a visitar la ciudad, nos fuéramos nosotros. Quedamos en vernos a la una. Mi estupefacción va en aumento... y eso que pensé que después del desastre de anoche nada iba a ser peor.

Todo estaba atestado de gente. Incluso nos encontramos con una manifestación. Entramos en una
droguería-supermercado a comprar un par de cosas que Carlotta necesitaba y encontramos otra de las curiosidades del día: dispensadores de agua para el público con vasos cónicos.

En las acequias que corren por todo el casco antiguo, los comercios dejan barquitos con publicidad.
También hay otras personas que llevan sus propio barquitos para jugar con ellos, y con sus hijos. Lomás increíble es que el agua no circula sucia, toda la ciudad se ve sin mácula.

Aunque no los habíamos visto ayer, por las calles de detrás del Münster circulan pesadamente los tranvías, con unas pegatinas en los cristales de cuerpos a los que los viajeros completaban con su cabeza, como en las ferias.

Friburgo (o, más bien, Friburgo de Brisgovia, con su apellido) es la cuarta ciudad más grande de la zona, Baden-Württemberg, y se la llama la "capital ecológica". Aún así, no se trata de una gran urbe. Se puede recorrer caminando, al menos su centro, en una media hora. Claro está, los posteriores suburbios la han hecho más grande y ya no tienen tanto encanto (el bar de anoche estaba en las afueras, al igual que el albergue), pero da la sensación de ciudad cómoda para vivir.

Continuamos viendo la decoración de la ciudad: sus fuentes medievales, los mosaicos en el suelo, las fachadas con estatuas... parece todo sacado de un cuento.



Martinstor








Seguimos andando hasta encontrar la Martinstor (Puerta de Martín), con su reloj de doradas manillas. En inicio había cuatro puertas, pero ahora solo se conservan dos de la antigua fortificación de 1238. Ahora, a su lado pasa el tranvía.






Un poco más allá vimos un Starbucks, y Carlotta y yo allá que fuimos. La pobre se vio con su gozo en un pozo, porque al frappuccino que pidió no le pusieron café, después de olvidárseles hacerlo y
tener que reclamarlo al cabo. Lo bueno es que los precios son más baratos que en España.

Llegamos tarde aposta, previendo que ellos nos harían esperar. Solo estaban Miriam, Thomas y una pareja, Tamara y su novio (no recuerdo el nombre), que viven en Zurich. Tamara es de ascendencia bonaerense, por lo que pudimos hablar en español. De todos los amigos, estos fueron los únicos que nos prestaron un poco de atención, supongo que porque no había nadie más. También había llegado Jessi con su amigo. Resultó que no habían comido, que únicamente fueron a tomar algo a un bar, y claro, ahora se morían de hambre.

Pequeño panecillo
Seguimos deambulando un rato por el mercado, que nosotros ya habíamos visto pero los de Miriam aún no. Descubrimos hogazas de pan más grandes que una cabeza. Paramos en uno de los puestos por pequeños bocadillos con enormes salchichas - mi estómago no estaba para nada después de la noche anterior- y luego por unos crêpes para las tres chicas, que eran vegetarianas.
Fachada del Münster






Después nos dirigimos a la puerta del Münster para visitar el interior de la catedral rosa. Antes de entrar compramos unos souvenirs: una taza en porcelana con imágenes del lugar para un amigo (8,5€) y una guía en español de la Selva Negra para mí.

El Münster, o Catedral de Nuestra Querida Señora de Brisgovia, es mucho más bonito por fuera que por dentro. Como se construyó en tres fases, tiene vestigios de una primera etapa románica (a. 1120), luego otra gótica temprana (a. 1210) y por fin, gótica (a. 1230). Al principio era una iglesia, pero la elevaron a catedral en 1827 al devenir sede del obispado.

Pórtico principal


Interior (detalle)
La entrada es gratuita, cosa que se agradece. Lo más característico yo diría que son las diferentes y espantosas gárgolas, así como la decoración policromada de la entrada, protegida por una fina red de seguridad. Dentro de la catedral venden velas adornadas con imágenes del edificio por 1€, que me hacen también las veces de souvenir.


Detalle de la entrada principal al Münster


Al finalizar la visita, nos despedimos de los suizos y fuimos por el coche. De Jessica nos despedimos a la puerta del parking. Fue muy agradable encontrarse de nuevo.

De vuelta a casa, hicimos una parada en Estrasburgo que relato en el apartado de Francia.

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Al día siguiente, madrugamos lo indecible (4 a.m.) para llevar a Carlotta al aeropuerto del que sale su vuelo, que es en Frankfurt pero no es el mismo que el mío. Mi hora de embarque son las 14,40, y aún así Miriam me deja en mi aeropuerto a las 8 de la mañana, un una terminal donde apenas hay tiendas. No sé por qué me han dejado aquí tirada a estas horas, si Beny no coge su autobús (desde una ciudad más cercana a Steinbach hasta Praga) hasta las 19h y no van a volver a la casa.

Resulta que no abren la facturación de Iberia hasta las 10, y me quedo dos horas esperando sin hacer nada. Las tiendas que hay son para los vuelos que van fuera de Europa. Luego me decido a coger una especie de metro interestacional para entretenerme en otras terminales, aunque mi avión se retrasa y entre unas y otras cosas, la espera se hace insufrible.

En general, este viaje ha sido un fracaso y no me apetece nada volver a Alemania. Ya veremos para la próxima.

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